El riesgo de los nervios de Xóchitl

Una vez que ha pasado poco más de una semana de haberse realizado el primer debate presidencial, las aguas volvieron a su cauce. Nadie de los opinadores se quedó sin decir su punto de vista, a favor o en contra de alguna de las candidatas, en contra del formato, del defectuoso cronómetro, del lenguaje con señas del candidato varón y el reconocimiento al trabajo de los moderadores. Nada fuera de la lupa de expertos y aplaudidores.

De acuerdo con el reporte de autoridades electorales, por televisión y redes sociales, alrededor de 13 millones vieron del debate.

¿Y cuál es la opinión de esos 13 millones?

Nadie podría preguntarle a cada uno. Si se pudiera, tampoco habría garantía de que dijeran la verdad.

Es la cautela del votante. Se reservaría para el domingo 2 de junio, hablaría con su voto en las urnas.

Sin embargo, no hay la menor duda de que tomó nota de lo sucedido en el debate del domingo 7 de abril, sobre todo, del desenvolvimiento de las candidatas, porque entre ellas está la próxima presidenta de México. El candidato está muy lejos de esa posibilidad.

Cierto que estrictamente no fue un debate. Se perdió en la rigidez del formato, en el exceso de preguntas, en la distracción provocada por el fallido reloj. Debate, debate, fue el que protagonizaron Epigmenio Ibarra y el senador Germán Martínez Cázares, minutos después del primer encuentro entre las candidatas y el candidato, en un programa de la empresa Grupo Imagen que conduce Ciro Gómez Leyva. Epigmenio y Germán dieron catedra de lo que es un debate, donde de verdad se contrastan las posiciones de cada uno.

Sin embargo, no quiere decir que el votante cauteloso no haya podido evaluar el primer debate. Si bien hubo preguntas que solo tuvieron respuesta a medias o no tuvieron respuesta, o las propuestas de cada uno apenas se esbozaron por el castigador tiempo, es un hecho que actitudes y gestos quedaron registradas por quienes vieron el debate.

Las actitudes y gestos también cuentan, mucho, porque la gente quiere una presidenta segura, que no se ponga nerviosa ante las cámaras ni pierda el hilo de su exposición si falla el medidor del tiempo.

Los siguientes debates serán el 28 de abril y el 19 de mayo. Valga decir, en términos de lucha libre, que estamos ante una batalla de dos a tres caídas, con límite de tiempo.

Quedó claro que Claudia Sheinbaum dominó el escenario y Xóchitl Gálvez entró en pánico escénico.

Claudia fue la primera en darse cuenta de las fallas del reloj (lo hizo público de inmediato) y con seguridad eludió la redundancia temática para darle prioridad a su mensaje. Xóchitl reflejó nerviosismo en el manejo de tarjetas y el juego de la pluma en sus manos; lo peor fue el cierre de su participación al mostrar el escudo nacional al revés. Su frase la “dama de hielo” para tratar de etiquetar a su adversaria, sonó a título de cuento infantil y no pudo ocultar su incomodidad al ser llamada candidata del PRIAN.

Si Xóchitl vuelve a ser manojo de nervios en los próximos debates, Claudia Sheinbaum ganaría por nocaut la elección y su alianza partidista recibiría el impulso para colocarse más cerca de la ansiada mayoría calificada en el Senado y en la Cámara de Diputados, necesaria para aprobar las reformas constitucionales de la Cuarta Transformación (4T).

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