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Xóchitl Gálvez: símbolo de la degradación política de México

Xóchitl Gálvez: símbolo de la degradación política de México

Columnas miércoles 17 de abril de 2024 -

Comentaba la otra vez con una persona sobre el hecho de que lo más sorprendente del primer debate presidencial de hace unos días fue la constatación de que Xóchitl Gálvez, más allá de su posición política (que se puede compartir o no), y más allá de la plataforma de partidos que la postulan (que se pueden repudiar o no), no tiene sencillamente capacidad intelectual ni para manejarse con solvencia en un debate ni, en realidad, para comportarse como adulta y en un contexto de alta implicación, importancia y seriedad como lo es la política en general, y la presidencia de un país como México en particular.

Y esa fue de hecho la tónica en la que se han venido desarrollando algunas posturas de la oposición a la 4T (como Gilberto Lozano, para poner un ejemplo de gran notoriedad), que ya no aguantan más la farsa de tener que estar respaldando y hablando de las virtudes inexistentes de una mujer incompetente para la política y para el diálogo racional o la controversia (lo que vi afirmar a Lozano es que Gálvez tiene nivel de república bananera, y que eso, como opositor, lo considera un insulto), y que sólo hace más que denigrarse a sí misma en su actitud infantilizada de estar riéndose siempre para todo, o de estar dando de brincos como niña malcriada y cursi ya sea para subir a su camioneta o al recibir su constancia como candidata, ya sea pegando chicles debajo de su silla o haciendo declaraciones incoherentes, descoordinadas o pretendidamente chuscas en eventos en los que termina pareciendo una comediante de “stand up” de pésimo humor y pésimo gusto hasta para inventarse comentarios sarcásticos.

Pero no se trata aquí nada más de hacer una crítica a una pésima candidata opositora (que, por lo demás, según afirma otra vez Gilberto Lozano, está jugando a perder con todo cinismo), sino de tomar nota del hecho de que es alarmante que la clase política de México no haya tenido de otra más que optar por esta insolente indocta, cínica y torpe para buscar la presidencia del país; es decir, que, viendo las cosas desde una perspectiva objetiva y republicana, la oposición está en todo su derecho de presentar sus propuestas o de anteponer sus intereses oligárquicos (cuestión que es, por lo demás, el criterio que activa los procesos revolucionarios y democráticos en el sentido de la antigua tesis de Aristóteles, recordada categóricamente por Dalmacio Negro, según la cual la democracia sirve para controlar a la oligarquía, precisamente): el problema es que la oposición tenga que imponer como su representante a una persona de un nivel tan bajo, vergonzoso y deprimente, que no hace más que denigrar no ya nada más a su propia persona sino a la sociedad en su conjunto, toda vez que ella, en calidad de representante –lo quiera o no, nos guste o no– de su clase política, nos está manifestando en la cara la degradación política a la que, por su través, todo el país ha terminado por caer y que no es capaz de ofrecer, como alterativa opositora dentro de una dialéctica política nacional, algo mejor que eso.

Es verdaderamente sorprendente ver la forma en que tienen que forzar sus argumentos quienes están en contra de la 4T y de su continuidad cuando hablan del nivel “de estadista”, así tal cual, aunque no lo crean, “de estadista” de Xóchitl Gálvez, cuando es evidente que no se requieren doctorados ni demasiados estudios para darse cuenta de que esta señora no tiene criterio, no tiene ideas políticas, no tiene consciencia histórica, y no tiene siquiera finura en su humor o su sarcasmo si de eso tuviera que tratarse en todo caso.

Hace unos meses, me llegó el texto de un pobre hombre completamente ya desequilibrado mentalmente, antiguo conocido y que me merecía un poco de respeto, que se atrevió a afirmar que Xóchitl Gálvez era comparable a Luis Cabrera, el gigantesco político e intelectual de la revolución mexicana que tanta admiración me merece.

Al leer esas líneas supe que estaba perdido, así como también lo está la oposición. La próxima presidenta de México se llama Claudia Sheinbaum.


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/CR

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