Texcoco y los corridos bélicos

Columnas lunes 14 de abril de 2025 - 01:00

@onelortiz

https://youtu.be/Hv-kSugRkxo?si=RhZ6XpEJ8_G8vQRu

 

La noche del viernes 11 de abril, el Palenque de la Feria Internacional del Caballo en Texcoco fue escenario de una escena que bien pudo pertenecer a la misma cultura que se intentaba evitar. Luis R. Conriquez, cantante identificado con el llamado “corridos bélicos”, anunció al inicio de su presentación que no interpretaría narcocorridos. La respuesta fue inmediata: abucheos, vasos volando, sillas rotas y, finalmente, la cancelación del espectáculo.

 

No es la primera vez que la narcocultura colisiona con los límites del espectáculo popular. Hace apenas unas semanas, Los Alegres del Barranco proyectaron en su presentación en Guadalajara imágenes de Nemesio Oseguera “El Mencho” y Joaquín “El Chapo” Guzmán. La indignación pública no se hizo esperar. La presidenta Claudia Sheinbaum declaró que esas expresiones “no están bien”, pidió investigar y lanzó un concurso de música alternativa. Los gobiernos locales comenzaron a endurecer las sanciones por apología del narco, mientras promotores y empresarios reformularon contratos para prohibir la exaltación de personajes del crimen organizado.

 

El grupo sinaloense ofreció disculpas. Otros intérpretes como Gerardo Ortiz o Los Tucanes de Tijuana simplemente ignoraron la polémica y continuaron sus giras sin contratiempos, el primero en la propia Feria de Texcoco. En cambio, Luis R. Conriquez optó por dar un paso atrás, y los destrozos en Texcoco fueron su castigo. No por cantar narcocorridos, sino por negarse a hacerlo.

 

Lo ocurrido confirma una realidad que las autoridades no quieren ver: la narco cultura no se borra con censura, clausuras o concursos musicales. Tampoco con contratos ni vetos. Se ha normalizado en los códigos de conducta de una parte importante del público que, lejos de sentirse escandalizado por la apología al crimen, lo consume, lo canta, lo baila y lo defiende.

 

Lo de Texcoco es una derrota cultural, no de un artista sino de un país que ha permitido que la narrativa del narco se convierta en identidad popular. No basta con regular los conciertos. Se trata de una problemática más profunda, que no se remedia con saciones administrativas. Hay que entender por qué se celebran los fusiles, los fajos de billetes y las camionetas blindadas. La violencia, el dinero rápido y la impunidad no son solo temas de canciones; son aspiraciones para muchos jóvenes que ven en el crimen organizado la única forma de movilidad social, más cuando se han consumido, de manera legal, importantes cantidades de alcohol.

 

Luis R. Conriquez intentó romper ese ciclo. Su público lo rompió a él. Pero, con todo y sillas volando, la conversación ya cambió. Y eso, aunque no se escuche en el palenque, también es música. Eso pienso yo, usted qué opina. La política es de bronce.

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/CR

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