El Lavatorio de Pies se mantiene como uno de los momentos más conmovedores del Jueves Santo durante la Semana Santa, al recordar el gesto de servicio que Jesús realizó con sus discípulos en la Última Cena. Esta ceremonia, llevada a cabo durante la Misa de la Cena del Señor, es una expresión tangible de humildad y entrega hacia el prójimo.
Durante esta liturgia, el sacerdote de cada comunidad replica la acción de Cristo al lavar los pies de algunos fieles. Este gesto, profundamente simbólico, revive el momento en que Jesús se levantó de la mesa, se ciñó una toalla y lavó los pies a sus apóstoles, rompiendo con los esquemas de su tiempo al tomar el rol de un servidor.
La frase “Hagan como yo he hecho con ustedes”, pronunciada por Jesús en aquella ocasión, quedó como una enseñanza viva que invita a todos los cristianos a seguir su ejemplo a través del servicio desinteresado y la humildad.
En tiempos antiguos, el lavado de pies era una cortesía habitual en los hogares al recibir visitas, especialmente por las condiciones polvorientas de los caminos. Sin embargo, era una tarea destinada a los siervos, no al anfitrión. Por eso, que Jesús realizara este acto con sus discípulos fue considerado un mensaje poderoso sobre el tipo de liderazgo que debía guiar a su comunidad.
El padre Martín Muñoz explicó que esta tradición representa una invitación a vivir el Evangelio a través del servicio genuino, recordando que el verdadero cristiano es aquel que se dona a los demás con humildad.
En muchas parroquias, el Lavatorio de Pies incluye a personas en situación de vulnerabilidad, simbolizando que el amor y el servicio deben dirigirse especialmente a quienes más lo necesitan. En la Catedral de Ciudad Obregón, el obispo Felipe Pozos ha llevado este rito un paso más allá. En los últimos dos años, durante la celebración del Jueves Santo, ha invitado a miembros de la comunidad a lavar los pies de otros asistentes, promoviendo así una experiencia de reciprocidad y empatía que refuerza el mensaje central de esta fecha litúrgica.
Este gesto, más allá de la solemnidad, sigue siendo una llamada a la acción y al compromiso con los valores fundamentales del cristianismo.