La Última Cena es el centro de la celebración del Jueves Santo, una de las fechas más importantes del calendario litúrgico cristiano. Este momento, según los Evangelios, fue el último encuentro de Jesús con sus doce apóstoles antes de su pasión y muerte, y es recordado por la Iglesia como el origen de la Eucaristía, uno de los sacramentos más sagrados del catolicismo.
Durante esta cena, Jesús partió el pan y ofreció el vino a sus discípulos con palabras que, para la tradición cristiana, marcaron la institución de la Eucaristía: “Tomad y comed, porque este es mi cuerpo... Tomad y bebed, porque este es el cáliz de mi sangre...”. Este acto es recordado cada año en la misa del Jueves Santo y forma parte esencial del rito católico.
Además de compartir el pan y el vino, Jesús lavó los pies a sus discípulos, un gesto que simboliza la humildad y el servicio, y que también se recrea litúrgicamente durante esta jornada. En este mismo encuentro, Jesús anunció que uno de los presentes lo traicionaría, revelando así la figura de Judas Iscariote.
La Última Cena no solo representa una despedida, sino también el inicio del misterio pascual: la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Por ello, la Iglesia invita a celebrar este día con solemnidad, destacando el valor de la entrega y el amor al prójimo.