Por Laura Chacón
La tradición volvió a cobrar vida en Iztapalapa, donde miles de personas presenciaron uno de los actos más conmovedores de la Semana Santa: la crucifixión de Jesús, escenificada en el emblemático Cerro de la Estrella, como parte de una tradición que se ha mantenido viva por 182 años.
Este 2025, el papel de Jesús fue interpretado por José Julio Olivares Martínez, quien, tras semanas de intensa preparación, asumió con compromiso y emoción el reto de encarnar al nazareno. A lo largo de más de dos kilómetros, Olivares cargó una cruz de casi 100 kilos, mientras era objeto de simulados golpes e insultos, en una escena que conmovió al público por su realismo y fuerza emocional.
El recorrido, de aproximadamente tres kilómetros, atraviesa las calles principales de la alcaldía, convertidas en estaciones del Viacrucis. Desde la condena hasta el momento de la crucifixión, cada paso está cargado de simbolismo y devoción.
En el punto culminante, el Cerro de la Estrella se transformó nuevamente en el Monte Gólgota. Ahí, Jesús fue crucificado junto a los ladrones Dimas y Gestas, mientras que Judas Iscariote fue representado colgándose de un árbol cercano al predio de la Pasión.
La entrega de los actores y la solemnidad del lugar hacen de este evento uno de los más poderosos en términos de significado religioso y comunitario. La representación no solo es una manifestación artística, sino también un acto profundo de fe y unión que cada año convoca a creyentes y visitantes de todo el país, e incluso del extranjero.
Imagen: Especial