Con el fallecimiento del papa Francisco este lunes, se ha iniciado el periodo conocido como Sede Vacante, también llamado interregno, que comprende el tiempo entre la muerte o renuncia de un Pontífice y la elección de su sucesor. Durante este lapso, la gestión de la Iglesia recae en una figura específica.
El responsable de los asuntos administrativos del Vaticano es el cardenal camarlengo, quien actúa como una especie de papa "interino", aunque con facultades limitadas. En la actualidad, ese cargo lo ocupa el cardenal irlandés Kevin Joseph Farrell, designado por el propio Francisco en febrero de 2019. La organización del cónclave, por su parte, queda en manos del decano del colegio cardenalicio, el italiano Giovanni Battista Re.
Ante la muerte del papa, todos los integrantes de la Curia Romana deben cesar en sus funciones, dejando al camarlengo como único encargado de la administración de los asuntos cotidianos del Vaticano.
La función del camarlengo, cuyo nombre proviene de la palabra italiana camera (cámara), es esencialmente administrativa, pero cobra especial relevancia en el momento de la muerte de un Pontífice. Entre sus responsabilidades se encuentra constatar oficialmente el fallecimiento del papa y notificarlo al resto del mundo.
"A las 7:35 de esta mañana, el obispo de Roma, Francisco, regresó a la casa del Padre. Toda su vida estuvo dedicada al servicio del Señor y de su Iglesia", anunció Farrell al dar a conocer la noticia.
Hasta mediados del siglo XX, el camarlengo verificaba la muerte del papa golpeando suavemente su frente con un pequeño martillo de plata. Actualmente, esta práctica ha sido sustituida por métodos más modernos.
Además de confirmar el fallecimiento, el camarlengo toma posesión simbólica de las propiedades del papa, como el palacio apostólico del Vaticano, los Palacios de Letrán y Castel Gandolfo. También le corresponde la destrucción del anillo del Pescador, símbolo del papado, y la organización del funeral.
En colaboración con los cardenales reunidos en la llamada "Congregación", el camarlengo fija la fecha de las exequias, que deben realizarse entre el cuarto y sexto día posterior al deceso. También establece el calendario de los nueve días de ceremonias de duelo y decide el inicio del cónclave, que debe celebrarse entre 15 y 20 días después de la muerte del papa.
Las exequias se llevarán a cabo, como es tradición, en la Basílica de San Pedro, salvo que el fallecido haya dejado otras instrucciones. En este caso, Francisco había expresado en 2023 su deseo de ser sepultado en la basílica de Santa María Mayor, en Roma, fuera del Vaticano.