Por Cristian Acosta
En marzo cumpliremos el primer año de la pandemia y, con la mirada vuelta atrás, nos damos cuenta que ese momento personalísimo denominado por Unamuno como El Sentimiento Trágico de la Vida ha estado presente con menor o mayor intensidad en nuestro subconsciente y en la discusión pública: la muerte.
Este panorama nos ha hecho enfrentar el duelo de manera permanente, desarrollar nuestra resiliencia, valorar el instante, repensar el porvenir y enfocarnos en aquello que es verdaderamente importante para cada uno de nosotros.
Hoy que ponemos en el centro de la discusión nuestro deseo de vivir y a la par esa realidad que tarde o temprano, con o sin pandemia, nos involucrará en lo individual, resulta indispensable pensar en la muerte digna y los cuidados paliativos como una prioridad de salud pública.
De conformidad con el Consejo de Salubridad General hay 5 tipos de enfermedades que matan a 40 millones de personas cada año: cardiovasculares, el cáncer, enfermedades respiratorias, la diabetes e insuficiencia renal, esto equivale a 70 por ciento de las muertes que se producen en el mundo, de las cuales 15 millones son prematuras y sólo 14 por ciento recibe asistencia paliativa.
El tema se vuelve mucho más complejo si consideramos a los niños que requieren de este tipo de cuidados debido a enfermedades que amenazan su vida, que se encuentran en situaciones de muerte prematura, con enfermedades progresivas, sin opción a tratamiento curativo o niños en condiciones de discapacidades severas no progresivas como parálisis cerebral infantil o lesiones medulares, pues según el propio Consejo, 98 por ciento de los niños que requieren de esta atención viven en países de ingresos intermedios y bajos.
En ese contexto, la OMS ha reconocido 3 elementos fundamentales para aplicar los cuidados paliativos: garantizar el acceso a medicamentos que eviten o disminuyan el dolor; la necesaria capacitación al personal médico para su utilización; y considerarlos como un servicio de salud esencial en la normatividad de cada país.
Vale la pena recordar que, a finales de 2018, el senador Miguel Ángel Mancera presentó una iniciativa de reforma constitucional para considerar la muerte digna a través de los cuidados paliativos como un derecho fundamental de los pacientes con enfermedad terminal sin posibilidades de cura, enfermedades limitantes o amenazantes de la vida y que ello en ningún momento significa eutanasia o suicidio asistido, sino paliar los efectos de la enfermedad.
La iniciativa fue aprobada por el Senado en 2019 y, desafortunadamente, ha permanecido en “la congeladora” de la Cámara de Diputados desde entonces. Las condiciones no son las mismas que hace 2 años, por lo que hoy, en un contexto de pandemia que nos ha alcanzado a todos, los cuidados paliativos son una opción para mejorar la calidad de vida de los pacientes y sus familias, pues permitirán en cierta medida, aliviar el sufrimiento.