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Los Chicago Boys, revisitados

Los Chicago Boys, revisitados

Columnas jueves 24 de abril de 2025 -

Siempre me ha parecido curioso que, en la discusión pública sobre la desigualdad económica, no se trata demasiado el ángulo estructural; es decir, los fundamentos teóricos y políticos detrás de un modelo que se vendió como ciencia dura a partir de la crisis global del Estado de Bienestar de la década de los setenta. Los debates suelen centrarse en aspectos partidistas o (más inútil aún) morales del sistema que satanizó lo público y canonizó lo privado en materia de desarrollo. Pero lo cierto es que la economía neoliberal, doctrina cuya hegemonía impulsó Estados Unidos a partir de Ronald Reagan (o Nixon, depende qué tan arqueólogos andemos), base del escenario comercial hasta hoy vigente, implica tres cosas. En primer lugar, la adhesión a una escuela de pensamiento económico que sobreestima el equilibrio natural de los agentes económicos privados pueden alcanzar persiguiendo su propio interés y estando completamente desregulados (una vertiente más bien primitiva y neurótica del liberalismo). En segundo lugar, una posición política que busca construir un Estado fuerte pero sólo como fiador y cobrador, es decir, como prestamista de última instancia cuando los virtuosos particulares generan bancarrotas globales (que es siempre), y que proteja los mercados de capitales y de explotación de la propiedad intelectual. Y por último, una interpretación pobre y falsa de la historia de Europa continental y particularmente de los países escandinavos durante las décadas que siguieron a la segunda guerra mundial, una donde “prosperaron porque ahí siempre hubo libre mercado y el Estado no se metía en nada”. Patrañas, por supuesto.

En este contexto, donde se cree mucho y se piensa poco, es natural que muchas personas vean su realidad como algo inevitable, la individual, la comunitaria y hasta la nacional. Por ello se agradecen los libros que nos invitan a reflexionar sobre la razón de nuestras creencias y la contingencia de las doctrinas políticas que pretenden ser eternas. Me encontré con uno de ellos hace poco, El mito de los Chicago Boys, de Bernardo Javalquinto Lago, centrado en la experiencia chilena (una de las más emblemáticas, bajo el gobierno de Pinochet). Según el autor, El Banco Mundial (BM) diseñó el modelo que abogaba por la transición de una economía proteccionista a una economía mixta con un enfoque de libre mercado, al tiempo que pretendía mantener ciertas salvaguardas, concretamente un Banco Central Autónomo (políticas monetarias/fiscales técnicos) y apertura gradual (no liberalización abrupta). Los llamados Chicago Boys tomaron crédito por razones políticas. El presidente Pinochet y sus tecnócratas capitalizaron sus personajes públicos para promover una agenda de libre mercado, oscureciendo la influencia significativa del monopolio empresarial en su estrategia. El BM prefería la discreción de no estar asociado con la dictadura. hallazgo de clave: Los documentos desclasificados revelan que la Oficina de Inteligencia Militar (BM) desempeñó un papel clave en la configuración de la percepción pública a través de los medios de comunicación, mientras que los Chicago Boys, fueron los principales ejecutores de esta estrategia y no lo fueron. En este sentido, Chile no fue únicamente un experimento, sino un enfoque combinado adaptado por el BM y adoptado por otros países en América Latina.

El libro tiene otra virtud, me parece. Pone el reflector en una historia oficial chilena que durante muchas décadas (hasta que varios archivos consultados por Javalquinto fueron desclasificados) se caracterizó por la exclusión de visiones alternativas, la manipulación de cifras, la concentración de poder económico y la silenciosa cooptación de instituciones del Estado bajo el pretexto de la eficiencia. En este sentido, creo, el Chile de los tecnócratas es también un buen ejemplo histórico para estudiar una de las líneas de investigación urgentes sobre la corrupción estructural: la captura del Estado, aquella en la que, más allá de encontrarse desvíos morales en la conducta de los políticos, encontramos el dominio de los poderes económicos sobre las instituciones que, supuestamente, tienen la misión de regularlos. En fin, es una lectura interesante que se sale de los lugares comunes de la prensa y el pánico de los diletantes. Me da gusto haberla encontrado.


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