Columnas
Vaya que son curiosos muchos mexicanos que no predican con el ejemplo. Es chistoso ver a muchos paisanos tan enamorados de las redes sociales como desconfiados del gobierno.
Qué ironía ver a tanto compatriota decir que “no le da sus datos a nadie”, pero tienen su cara paseándose alegremente por las redes convertida en dibujo tipo Studio Ghibli. Ahí van, sin empacho, regalando su identidad física a cualquier app que entrena su inteligencia artificial con su rostro, pero no quieren entregarle sus biométricos al Registro Nacional de Población.
Lo más preocupante es que ya no se trata solo de un tema de privacidad, sino de seguridad real y tangible. Según expertos de Kaspersky, los servidores donde se almacenan estas imágenes pueden ser vulnerados por ciberdelincuentes. Con una sola foto tuya, esos criminales pueden recrear tus rasgos faciales, suplantar tu identidad y hasta engañar sistemas de reconocimiento facial de bancos y otras instituciones financieras. Esa selfie que subiste para verte como personaje de anime podría usarse para vaciar tu cuenta de ahorro.
Según datos de SumSub, en México el fraude con documentos físicos falsificados aumentó 61% durante 2023. Las formas más comunes de este delito incluyen desde impresiones fraudulentas hasta documentos editados o manipulación de datos biométricos. El documento más falsificado para comprobar identidad es la INE, seguida por la licencia de manejo. Y no es chisme de la tía digital, es neto.
Entonces, ¿por qué tanta resistencia a contar con una identidad digital que realmente nos proteja? La respuesta sería muy graciosa si no fuese peligrosa: el gobierno me quiere espiar, pero Facebook solo quiere que me vea bonito con filtros.
Es un fenómeno curioso, casi tragicómico. Nos escandalizamos cuando alguien menciona la Cédula Única de Identidad Digital (CUID), como si fuera una conspiración estatal para vigilarnos, pero entregamos toda nuestra información biométrica, voluntaria y gratuitamente, a empresas que ni siquiera sabemos en qué país están. Y claro, mientras el Senado duerme el sueño legislativo desde que se aprobó la CUID en 2020, las plataformas digitales ya tienen medio país escaneado.
Así, el país sigue atorado entre el miedo al “big brother” y el gusto por salir en caricatura. Seguimos esperando que el Senado se decida a legislar en serio, mientras los ciberdelincuentes ya nos tienen en su álbum familiar. Llevamos más de una década discutiendo la urgencia de una CUID, incluyendo a este modesto chorero; pero los gritos y el escándalo vienen de los mismos que ya entregaron su identidad sin leer los términos y condiciones.
Hay que decidir si queremos ser víctimas del fraude digital o ciudadanos con identidad protegida, reconocida y oficial. Porque mientras se discute si el Estado nos espía, los servidores privados ya saben hasta lo que soñamos anoche.
HUGO GONZALEZ GALLARDO
Director de tecnoempresa.mx
@hugonzalez0